lunes, 20 de abril de 2015

"El Apartheid y el cine" - comentario publicado en Los Andes

por Jorge Zavaleta Alegre

En marzo de 1992, la mayoría de los tres millones de electores blancos de Sudáfrica decidió, en referéndum, poner en marcha la construcción de una nueva historia, poniendo fin al “apartheid”, es decir con aquel brutal sistema, avalado por las leyes de uno de los países más ricos del África.

Esta historia se encuentra espectacularmente presentada en el cine, a través de tres grandes y recientes películas. Adiós Bafana, Invictus y Mandela del mito al hombre, en la cuales se aprecia la reconstrucción de un país, proceso que aún no ha terminado, porque si bien las leyes segregacionistas fueron abolidas, las relaciones humanas arrastran los rezagos del racismo y seguirán existiendo en tanto las condiciones de la democracia no alcancen la plenitud de sus objetivos, con iguales oportunidades para todos sus ciudadanos.

La reflexión viene a propósito del libro La Política va al Cine, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico, y que convoca estudiosos de las ciencias humanas de ocho países unidos por la convicción de que el séptimo arte es un mecanismo fundamental para entender la política, en palabras de los dos editores Manuel Alcántara y Santiago Mariani, egresados de las universidades Complutense de Madrid y Oxford.

Es muy cierto que transferir el control del país a la mayoría negra y la movilización popular permitió llegar a un acuerdo que prometía instituir en Sudáfrica un régimen democrático no racial ni sexista, y basado en el principio de “una persona, un voto”. El gobierno de Mandela, tras 27 años de cárcel, fue quien tuvo que hacer frente al desafío de reestructurar la economía redistribuyendo los beneficios obtenidos, facilitando la construcción de viviendas y la prestación de servicios sanitarios y promoviendo la generación de empleo y el desarrollo educativo. Pero aún falta mucho por hacer.

Rolando Ames Cobián, con su ensayo ¡Los políticos y sus entornos desde el cine¡, analiza el rol de los líderes de Francia e Italia, Mitterrand y Andreotti, y concluye que los medios constituyen hoy en día un entorno demasiado importante de los políticos como para no registrarlos. Las lecciones que nos dejan ambos líderes europeos, le permite afirmar que se hace necesario invertir mucho en la condición humana.

También advierte que si los ideológicamente anti políticos fueron felices por un tiempo, viéndose triunfadores, muchos empresarios corporativos, los principales ganadores actualmente, ya se dieron cuenta – con la contribución de la crisis financiera – de que hay momentos en los que hace falta que alguien nos ayude a quienes estamos en dificultad. Ese es uno de los varios sentidos, no el único, de la autoridad política. Hay que reconocer y enfrentar esta crisis humana en toda su hondura.

La Política va al Cine, induce a mayor debate. Jacqueline Fooks, como panelista de la presentación, reclama una mayor convocatoria a las mujeres para ampliar esta guía de navegación.

Y Ricardo Bedoya, con su larga experiencia docente, desde sus diversos libros y crónicas, da cuenta que en el Perú, en los últimos años, se ha producido mucho cine empezando por la problemática del Ayacucho, agredido por Sendero Luminoso y la represión armada.
Un principal antecedente del cine nacional lo encontramos con la Patria de Leguía – 1919 1930 - que alentó a las empresas de telediarios a filmar los actos públicos y a vender al Estado para su distribución. El partido aprista produjo una película, cuya difusión fue prohibida, versión que no existe en ningún archivo.

Hurgando la historia, encontramos el valor del cine en la época de Lenin, Stalin, Hitler. En la gran depresión de EU del 29, hubo un estrecho apoyo de Hollywood a la política de Roosevelt para mitigar esa crisis, con la producción de musicales y visitas a lugares exóticos, una invitación a soñar. Las estrellas de Broadway jugaron una función profundamente política.

A manera de conclusión, sobre el cine y la política o viceversa, estudiantes e instituciones de México, Chile, Argentina y Perú mantienen vínculos sobre todo con universidades norteamericanas interesadas en conocer el cine radical, desde las profundas raíces estructurales de Latinoamérica, cuyos aportes de los migrantes a la economía y la cultura norteamericana, se traduce hoy en la política regional del presidente Obama, anunciando el fin del bloqueo a Cuba iniciado hace más de medio siglo.

 

sábado, 7 de febrero de 2015

La política desnuda - nota de Alfredo Bullard publicada en El Comercio


La política desnuda, por Alfredo Bullard

El arte tiene más capacidad de explicar los dobleces del uso del poder que la propia ciencia política. 

Georges Braque, uno de los creadores del Cubismo junto con Pablo Picasso, decía que “mientras la ciencia tranquiliza, el arte perturba”. Las ciencias invocan la seguridad de la razón y el intelecto, las artes invocan la ambigüedad de la emoción y al sentimiento.

Solemos pensar en la ciencia y en el arte (y la razón y las emociones) como residentes de las antípodas. La primera persigue la realidad, la segunda la ficción. Oscar Wilde decía que “ningún artista ve las cosas como son en la realidad; si lo hiciera dejaría de ser artista”.

Pero, ¿es eso cierto? ¿Es el arte una forma de escapar a la realidad?

Hace 18 meses se publicó “El derecho va al cine” (editado por Cecilia O’Neill) que comenté en esta misma columna (“El espejo pintado”, 15 de junio de 2013). El libro desafía la premisa de que el arte te aleja de la realidad. Los trabajos en él contenidos usaban el cine como una forma de explicar a los abogados y la ciencia jurídica. 
Pero el Perú es un país de sorpresas. Cuando uno imagina que lo original es un accidente, llegaron a mis manos, en el lapso de las dos últimas semanas, dos libros que, irreverentemente, parecen desafiar la dicotomía entre el conocimiento científico y el arte.
Hace dos semanas me llegó el libro “La política va al cine” publicado por la Universidad del Pacífico y editado por Manuel Alcántara y Santiago Mariani. Y esta misma semana recibí el libro “Las elecciones en el cine. Un estudio interdisciplinario del séptimo arte y el derecho electoral” publicado  por el Fondo Editorial del Jurado Nacional de Elecciones, y que tiene como compiladores a Michell Samaniego y Eddy Chávez.


En las páginas de estos dos libros el cine visita la política y lo político usando inteligentes comentarios sobre géneros cinematográficos, directores o películas tan diversas como “Batman”, “Pandillas de Nueva York”, “Star Wars”, “Milk” o la peruana “Contracorriente”, entre otras. Incluso uno encuentra un artículo del propio presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Francisco Távara, sobre ética jurídica y elecciones.

Es difícil encontrar una línea común en la visión que las películas tienen de la política. Pero no parece estar muy lejos de la percepción popular. Los políticos son mentirosos, corruptos y tiranos. La intriga parece una constante. Camus decía: “Si el mundo fuera claro, el arte no existiría”. Y es verdad. El arte tiene más capacidad de explicar los dobleces del uso del poder que la propia ciencia política. Finalmente, “todo buen arte es una indiscreción”, como decía Tennessee Williams. Y la indiscreción nos acerca a la verdad.

El arte es una gran mentira que nos acerca a la verdad. Las licencias y exageraciones de la ficción son implacables con los defectos y convierten las virtudes en heroísmo. Paradójicamente, las películas suelen ser más creíbles que un noticiero, y al serlas nos ayudan a entender mejor nuestros problemas. El arte se vuelve menos mentiroso que la realidad porque el director cuenta la historia sin tapujos. En el cine la política aparece desnuda.

Winston Churchill decía: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Esa es la gran moraleja que el cine le regala a la política. Es gobernar bien, y no ser elegido, lo relevante.
En tiempos electorales como los que se avecinan, las ficciones de las películas se vuelven realidad tangible. Y es que cualquier parecido con la realidad ya no es mera coincidencia. La esencia de lo que ocurre está allí, tal cual, en el cine. La diferencia es que en el cine la política peruana sería una comedia. En la realidad la política peruana es una tragedia.

Fuente: https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/politica-desnuda-alfredo-bullard-331726-noticia/